El infarto cerebral se produce por una alteración del aporte circulatorio a un territorio encefálico, ocasionando una necrosis tisular irreversible y determinando un déficit neurológico focal, generalmente mayor de 24 horas. Representan el 80% de todos los ictus. Según la etiología pueden ser aterotrombóticos o por enfermedad de arteria grande, lacunares o por enfermedad de pequeño vaso, cardioembólicos, de causa infrecuente, y de causa indeterminada. Siguiendo criterios clínicos, los infartos se pueden clasificar en: infarto completo de la circulación anterior (TACI), infarto parcial de la circulación anterior (PACI), infarto lacunar (LACI), e infarto de la circulación posterior (POCI). En la fase aguda del infarto, la RM con secuencias de difusión (DWI) identifica el área de tejido isquémico, mientras que las secuencias de perfusión (PWI) el área hipoperfundida. La diferencia entre ambas áreas se conoce como mismatch difusión-perfusión y permite estimar el tejido en penumbra o potencialmente recuperable. La rapidez en el diagnóstico y el inicio precoz del tratamiento son esenciales. El tratamiento en Unidades de Ictus reduce la mortalidad, disminuye el tiempo de ingreso, mejora la evolución funcional al alta, y reduce el gasto sanitario. En la fase aguda del infarto cerebral el tratamiento de elección es el rt-PA intravenoso.
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