En todos los pacientes con enfermedad de Alzheimer se debe valorar la instauración de un tratamiento específico y la opción de instaurar un tratamiento complementario. Para el tratamiento específico existen dos grupos de medicamentos cuyo uso está autorizado: los inhibidores de la acetilcolinesterasa (donepecilo, rivastigmina y galantamina) y los antagonistas de los receptores NMDA (memantina). Los inhibidores de la acetilcolinesterasa han demostrado una mejoría clínica sobre la cognición, comportamiento y actividades de la vida diaria, aunque con un modesto tamaño del efecto. Por su parte, la memantina se ha utilizado en la enfermedad moderada-severa, mostrando una modesta mejoría respecto al placebo en las actividades de la vida diaria y en algunos tests sencillos que evalúan la función cognitiva. Ambos son bien tolerados. En cuanto al tratamiento complementario, la enfermedad de Alzheimer se asocia con cierta frecuencia a síntomas emocionales y conductuales. Siempre se deben descartar causas subyacentes y aconsejar a los familiares sobre medidas de apoyo no farmacológicas. Si no se consiguen controlar, habrá que valorar el uso de estos tratamientos, siempre con precaución y en dosis crecientes para valorar su eficacia y efectos adversos. Se deben realizar seguimientos para controlar la necesidad de mantener el tratamiento o ajustar la dosis.
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