El tratamiento de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana reduce la morbilidad, el número de ingresos hospitalarios y la mortalidad. En general, se acepta que deben ser tratados aquellos enfermos que presenten clínica atribuible a dicha infección o entidades oportunistas asociadas, así como aquellos que, estando asintomáticos, presenten valores de linfocitos T CD4 menores de 350-500/mm3. En terapia inicial, la evidencia actual apoya el empleo de combinaciones de tres fármacos, dos de los cuales son inhibidores de la transcriptasa inversa viral análogos de nucleósidos y un tercer fármaco a elegir entre efavirenz, inhibidores de la proteasa o raltegravir. En caso de fracaso virológico, la valoración de la adherencia del enfermo, los estudios de resistencia viral y la valoración del tropismo CCR5 deben permitir la selección de, al menos, dos (idealmente tres) fármacos activos con los que conseguir el control de la replicación viral.